La película más esperada de 2020, y que por motivos por todos conocidos, fue recién estrenada a finales de 2021. Eso es “Dune” y con esas expectativas fuimos a salas el día de su estreno. Sin embargo, y como lector de la obra de Frank Herbert, salí con una sensación de estar frente a una muy buena adaptación del libro pero también frente a una película que no me convence. En general me he enfrentado también a mixed reviews en uno y otro sentido, lo que me obligó a verla no una sino dos veces adicionales. Y mi conclusión sigue siendo la misma: todavía no sé si me gusta la película de Dennis Villeneuve, aun cuando la haya disfrutado muchísimo, primero como fanático de Herbert y luego como crítico de la propuesta de Lynch de mediados de los 80’s.
Eso hace especialmente difícil analizar esta banda sonora, pues quien haya disfrutado “Dune” te dice al conversar que lo que más les ha llamado la atención es la propuesta musical de Hans Zimmer. Y al igual que la película, a mí la banda sonora tampoco me convenció tanto. Al menos sé lo que no es. No busca ser un remake de la banda sonora de Toto, que comentamos la semana pasada. Y considerando sus trabajos anteriores, también sé lo que quiere hacer. “Dune” es más parecida a “Dunkirk” que a “Interstellar”. Es una banda sonora mucho más presente y experimental, clave en lo visual, en específico en las sensaciones que te busca transmitir el director. Es, de cierta manera, más inmediata. “Interstellar” en cambio, es una banda sonora más introspectiva (en especial en todo lo que no es acción), cuyo efecto es más a largo plazo que a corto, si se me permite la referencia. “Dune” es de esos trabajos de Zimmer más sensoriales sobre lo espiritual, con excepción del tema de Paul y su travesía por el desierto hasta convertirse en un Fremen.
De entrada, la música de Zimmer es muy impactante. Dos recursos sonoros, uno poco convencional, el otro más típico, nos dan un sabor de Arrakis. Mientras Chani (Zendaya) nos narra en la introducción qué es su planeta y los abusos a los que se ha enfrentado su pueblo, escuchamos en “Dream of Arrakis” unos tambores iniciales que parecen reflejar la violencia de los Harkonnen pero que también hablan de la violencia propia de un planeta con riesgos por donde se le mire. Pero acto acto seguido, la música incorpora una especie de “martilleador” como instrumento menos tradicional, que entenderemos luego será un elemento clave para entender a las grandes bestias de Dune (y cómo podrían controlarse). Este tema inicial del trabajo de Zimmer contrasta totalmente con “Herald of the Change”, el tranquilo tema musical que luego de la historia de violencia de los Fremen viene a hablarnos de la historia de rencillas políticas en el universo controlado por el Emperador Padishah Shaddam IV (a quien esperamos conocer en la segunda película).
En base a esta última idea, es lógico continuar con uno de los puntos altos de la película de Villeneuve y también de la banda sonora, que para mí es mostrar el poder de los Atreides y en especial del Duque Leto (Oscar Isaac). Como dije algo en la reseña anterior, una cosa es que el Duque Leto sepa que su reinado está llegando a su fin, y otra muy distinta es que sea un personaje inerte y sin prestancia como lo es en la propuesta de Lynch. Todo su poder se observa en tres momentos claves de la música. Primero, en “Leaving Caladan” donde la música nos habla de la magnitud del ejército Atreides (uno que generaba temor en el Emperador). Esta escena es continuada luego por la llegada del Duque y familia a Arrakis. Si bien la versión comercial de la banda sonora no incluye esta pieza musical, las gaitas que suenan al bajar los Atreides de la nave son clave para dar un sello a esta familia, y son clave también en la escena con la estética más bella que hayamos visto en mucho tiempo. Estas mismas gaitas son las que acompañan a Gurney Halleck (Josh Brolin) en su defensa del ataque Sardaukar y Harkonnen y que les permite morir en paz, entregándose a la causa. Pueden escucharlas en “Armada”, que si bien peca de repetir lo que ya conocemos de Zimmer (suena en especial muy parecida al tema de Batman), incorpora con la gaita una elegancia propia de los Atreides incluso en una marcha segura a la muerte. De hecho, en el “Sketchbook”, que es el disco complementario de Zimmer y mucho más libre, el tema Atreides reconoce directamente ese recurso marcado por la gaita.

Pero quienes hayan visto el “Dune” de Lynch o leído la obra de Herbert (al menos los 2 primeros libros), sabrán que este es un libro centrado en la figura de Paul (Timothée Chalamet) y es natural que la música se enfoque en él y en especial el rol formativo que tiene en su figura, su madre Lady Jessica (Rebecca Ferguson). Este tema principal del disco es altamente “espiritual”, y comienza con “Gom Jabbar”, la famosa prueba a la que somete a Paul la Madre Superiora viendo si efectivamente es el Kwisatz Haderach. Acá hay que centrarse en las voces, que son una verdadera explosión de energía que no son otra cosa que el despertar del elegido. Por eso no es sorpresivo que “Rippels in the Sand”, la primera gran interacción de Paul con Arrakis y con los gusanos, tenga como gran recurso las voces que acrecientan el poder destructivo; y que cuando Paul empiece a “usar” y controlar la voz contra los soldados Harkonenn se mantenga la misma línea (“The Fall”).
Este “viaje” de Paul tiene un cierre redondo en lo musical. Villeneuve inteligentemente decide terminar esta primera entrega con Paul convertido en un Fremen luego de matar a Jamis, lo que son básicamente dos tercios del primer libro. Un momento clave en su historia personal y un encuentro también con todos quienes los han formado (padre, madre, Duncan Idaho, etc.). Su camino no es contra los Fremen, sino que es con los Fremen. Y cuando camina con ellos por el desierto y se adentra en el desierto de Arrakis, se adentra también en su futuro y asume su nuevo rol. “My Road Leads into the Desert” es un título bastante claro en este sentido, y desde el minuto 2:00 pueden ver como Paul y el Desierto (Arrakis) se vuelven uno. En esto es fundamental el enfrentar los miedos, porque si bien la famosa «Letanía contra el Miedo» aparece expresa en varios momentos de la película (el gom jabbar, la huida en tóptero, etc.), lo importante es descubrir que tras todos los temores, afrontándolos y dejándolos pasar, solo quedará Paul y toda su historia.
Escribir esto me sirvió para darme cuenta que son bastantes los puntos altos en la música de Zimmer. Como dije en un principio, creo que funciona particularmente bien con lo que vemos en pantalla, perdiendo su fuerza a medida que nos alejamos de ella. Su principal virtud es potenciar aquello importante del libro y la historia (Arrakis, la figura de Paul, la influencia de sus padres, el poder de la melange, etc.) y en cuanto a sus defectos, creo que tiene a agotarse por momentos en lo inmediato sin ánimo de perdurar. Afortunadamente, queda mucho que resolver en el mundo de Villeneuve. Confirmada una segunda entrega, podremos ver qué nos prepara Zimmer para personajes que aparecerán luego (el Emperador, la Princesa Irulan, Feyd-Rautha como heredero del Barón y la increíble Alia Atreides), cuánto nos ha adelantado ya de ello y como puede cerrar todos los temas presentados en esta película del 2021 a los que les falta todavía un detalle adicional para perdurar en el tiempo. Creo que Zimmer dejó bastante sembrado para que esta sea una de sus bandas sonoras más trascendentes, sin embargo queda camino por recorrer. Un camino parecido al que también debe adentrarse Paul, volviéndose un verdadero Fremen.