Fue hace 2 años que quise hablarle de los hermanos Safdie (Josh y Benny) y del trabajo en la música de Oneohtrix Point Never. Fue a propósito de “Good Time”, una de esas películas que tienes que ver para entender que Robert Pattinson es uno de los grandes actores de su generación. Pero el tiempo pasó y otras nuevas bandas sonoras fueron saliendo, por lo que ese sueño terminó convertirse en una deuda. Hasta hoy. Netflix ha subido a su catálogo “Uncut Gems”, la nueva película de los hermanos Safdie donde vuelve a acudir a Oneohtrix Point Never, esta vez presentado como Daniel Lopatin.
Hay algo en “Uncut Gems” que es muy seductor. En el fondo, estamos viendo la historia de un comerciante judío muy arriesgado, perseguido por gente que anda en malos pasos y en una transacción con una persona famosa (nada muy difícil de imaginar para un comerciante de gemas), por lo que uno podría decir, ¿qué hace que “Uncut Gems” sean tan buen? Y las respuestas son claras. La estética y ritmo de los hermanos Safdie, el arriesgado elenco, y por supuesto, la música de Lopatin, crean una atmósfera que eleva la tensión hasta tal punto, que los errores y errores de Howard (Sandler) no dan descanso alguno. En este sentido, Lopatin acudió a distintos sintetizadores, como si una banda sonora de otra época se tratase, logrando un sabor general muy “Blade Runner” que luego se ratifica en las trompetas de “Back To Roslyn”, exaltando los elementos argumentales de la cinta que hacen esta película una de las mejores de 2019.
Comencemos con la escena de apertura. “Tha Ballad of Howie Bling” es una viaje seudo cósmico al interior de Howard a través del interior de una única gema. Su curioso negocio con diamantes africanos es tan fundamental para él, que visualmente el interior de esta piedra preciosa termina en su íntima colonoscopia que se realiza para descartar un cáncer como herencia familiar. Este mismo viaje con el cual termina la película (sin examen de por medio, por razones obvias), vincula la idea de historia familiar con pasado, lo que explica en gran medida la apuesta sonora de Lopatin. De hecho, en su método el compositor reconoce que un buen punto de partida consiste en pegar un vistazo al pasado y a partir de ello, aportar los aspectos nuevos que hacen propio de este trabajo tan propio.
Como todos sabemos, Howard está agobiado por las deudas. Ha caído en la famosa bicicleta, esta mala práctica de pagar una deuda generando otra, y así, dedicarse en la práctica a pagar intereses e intereses. Su vida familiar está al mismo tiempo, muerta, por un romance que tiene con una de sus vendedoras. Howard va en caída en todos los aspectos de su vida. La escena de la obra escolar en la cual participa su hija es muy ilustrativa al respecto. Primero viene el fracaso familiar (tener que partir antes que la función comience), luego viene el momento cómico (la huida tras bambalinas, como si del hombre más hábil se tratase), para terminar luego en toda la violencia de la gente de Arno (quien luego descubriríamos, es familiar). “School Play” tiene un poco de todo eso. El sintetizador genera a mi juicio, que la presión del público empiece a subir, para luego (a medida que aumenta su intensidad), terminar participando de la fuga como si fuésemos el mismo Howard, tensión que explota casi al final de la pista cuando Arno y sus hombres ejercen toda la violencia sobre Howard, golpeándolo, desnudándolo y encerrándolo en su propio auto.
Pero para el mismo Lopatin, hay dos pistas más en las que tenemos que centrar toda nuestra atención. O mejor, momentos. El primero es el del conflicto de Howard con su amante Julia (Julia Fox), luego de descubrirla en una especie de romance con el mismísimo “The Weeknd”. Hablamos de “Fuck You Howard”, donde por primera vez la música deja de centrarse en el personaje principal y pasa a acompañar a Julia. La música cambia mucho, y vive los momentos y caos que la situación amerita. Julia se equivoca, pide perdón, se humilla, pelea, no tolera la violencia de Howard, se recompone y camina con la mayor dignidad posible en el sentido contrario. Es una marcha triunfal para ella (escondida en la música clásica que podemos distinguir al escucharla), pues sabe que tarde o temprano Howard volverá a rogarle.
Pero sin dudas el punto musical más alto del trabajo de Lopatin es el clímax. Son 3 pistas que tenemos que integrar en este análisis. Primero, “The Blade” que suena en el viaje de Julia al casino, demostrando que Howard morirá en las suyas. El sintetizador, por un lado, dota de magnitud el momento (todo o nada para Howard), y además con su sonido ambienta el helicóptero y la adrenalina que empieza a correr por las venas de todos (personaje e incluso público). Luego, en “Mohegan Suite” vemos cómo la apuesta de Howard comienza a materializarse. Kevin Garnett, orgulloso, cumple con su parte del cometido, y la música acompaña 3 distintos momentos de gran manera: a Howard -quien tiene encerrado a Arno-, a Julia en el Casino viendo como ganan y ganan miles de dólares, y finalmente el mismo partido de básquetbol, superando una difícil prueba de no volver tedioso el hecho de estar viendo un partido de NBA con bastante detalle. Finalmente, Howard llega al éxito. Mientras exclama “We did it Arno!” y los libera con confianza, olvida lo rencoroso que puede ser un extorsionador. El final que todos a estas alturas sabemos, se ve acompañado con la última pista de cierre, “Uncut Gems”, que como dijimos, es un regreso a la roca esta vez en camino inverso. Desde la herida por bala de Howard hasta la piedra. Nuevamente, sintetizador por montones, sentido de viaje y mucho, pero mucho, sabor ochentero. Una banda sonora totalmente distinta y que conviene revisar en detalle.