Hace poco, al recomendar la escena de cierre de “The Childhood of a Leader”, comentamos la interesante premisa de esa película: ¿Qué debe pasar en la infancia de un niño para que se vuelva luego líder del movimiento nazi? La idea tras la versión de “Joker” de Todd Phillips es más o menos la misma. Una invitación a entender el origen de este villano y por lo mismo, un thriller que abiertamente no es psicológico sino que llega a ser psiquiátrico. Quienes fuimos con esa expectativa, probablemente encuentren que estamos ante una de las mejores películas del año, y una de las mejores actuaciones de la década. Por el contrario, quienes querían otra película de superhéroes, o al menos algo de acción, deben haber salido decepcionados de la sala. Porque “Joker” no es sólo una cinta, como dije, psiquiátrica, sino también una potente puesta en escena de crítica social que abordaremos oportunamente. Por lo mismo, necesitaba o se construye principalmente en base a un solo personaje casi el 99% de la cinta (¿Phoenix aparece en todas las escenas o es mi idea?), lo que la banda sonora también hace.
Hildur Guðnadóttir de entrada, presenta un tema oscuro. Quizás demasiado de hecho. Su música recuerda mucho al peregrinaje de la música de Mica Levi en “Jackie”, o a la soledad y desconcierto de “A Ghost Story” de Daniel Hart. Por eso, quizás en el principio de la película, la música de Guðnadóttir escapa un poco del tono o la apariencia inicial de Arthur. Es cierto, vive malos momentos como la paliza de los adolescentes que le roban el cartel, o el injusto reproche de su jefe por no haberlo devuelto. Pero, ¿justifica ello una música tan oscura? Parece que no. Por lo mismo, este tono que se puede desprender de la música sin siquiera ver la película, en un comienzo es (directamente), no bienvenido. Prejuiciosamente, pareciera que Guðnadóttir no acierta la línea narrativa o la esencia del Guasón (como dije, alguien que está mal pero no tan mal), pero en el fondo, la música demuestra totalmente lo contrario. Guðnadóttir va al fondo, al corazón y sentimientos del personaje, y nos transmite desde ese lado oscuro, su tema musical. Lo de encima es pasajero, su dolor e incomprensión son permanentes.
Es así que naturalmente avanza la película, la música de Guðnadóttir empieza a tomar y tomar fuerza y también a adquirir protagonismo. Con su banda sonora, nos avisó en un comienzo el tono de la película y la misión era entonces descubrir cómo llegaremos a tanta oscuridad y dolor. A medida que entramos en la historia de Arthur, y vemos sus carencias, el peso de cargar a su madre, la soledad y pobreza, sus fracasos laborales y sentimentales, etc., empezamos a ver como ambas líneas de tiempo (la musical, que entiende por qué está dañado Arthur, y la visual, que estamos descubriendo nosotros) finalmente se encuentran. Por eso, si bien es el mismo tema que suena cuando Arthur yace golpeado por el incidente del cartel (“Hoyt’s Office”), su estilo tiene mucho más sentido luego en “Arthur Comes to Sophie”, cuando vemos a Arthur empoderado y contento luego de matar a dos jóvenes en defensa propia pero ejecutar a un tercero luego de disfrutar el sabor de la sangre.
“Joker” ofrece por ello una sola y gran conclusión. Arthur se vuelve Joker por culpa de nosotros. Una sociedad que lo vio sufrir, botado en la calle, y continuamos marchando sin darnos por enterados. La misma sociedad que tiene una reacción totalmente contraria cuando la víctima deja de ser el sin voz, y pasa a ser el que siempre ha sido beneficiado y protegido. Y la entrevista con Murray Franklin (Robert De Niro) es la verdadera catarsis de esto. Frente a todo el país, en vivo, Arthur se convierte en Joker (o al menos termina su transición), reprochando ante todos la conducta de una sociedad que enaltece hacer sufrir a los otros, burlarse de ellos, y que en el fondo, jamás ha sido capaz de tender una mano. Y no sólo eso. Esa misma sociedad nos obliga a poner cara de felicidad, dando gracias por un sistema que en el fondo nos destruye complacientemente.
Sorpresa o no, la música de Guðnadóttir cambia totalmente cuando el Joker asesina a Murray en televisión. Esto porque la música termina recogiendo también la idea del guión de los excluidos. Mientras suena “Call Me Joker”, el tono musical deja de ser introspectivo y, por el contrario, acompaña a un Joker que peregrina frente a sus seguidores (siendo rescatados por los mismos), volviéndose el rostro de una revolución pero principalmente, siendo admirado, alabado y querido por una sociedad (o una parte de ella) que siempre le dio la espalda. O que se mantuvo callada y reprimida por la presión de otros. Cada uno elige su opción. Este clímax musical y narrativo vuelve un poco injustificable la decisión de Phillips de no cerrar la cinta con un Joker sobre el auto y las revueltas de ciudad Gótica, adelantando lo que debió ser una escena post créditos. Pero es uno de los logros más memorables de banda sonora psicológica (o psiquiátrica) que hayamos visto en mucho tiempo.
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