Continuamos con nuestro especial dedicado a Laika Studios y toca la oportunidad de comentar la segunda colaboración entre Dario Marianelli y Laika. Tras “The Boxtrolls” el 2014 (cuya crítica pueden leer en este enlace), la invitación el 2016 fue a ver “Kubo and the Two Strings”. Pasamos de la zona italo-francesa (como una comedia oscura vinculada a los quesos) hasta Asia, mediante una apuesta mística y espiritual sobre la memoria y el legado. Por lo mismo, de entrada les advertimos que estamos ante una banda sonora cuyo eje central es mucho más minimalista que la creativa y orquestal banda sonora de “The Boxtrolls”, pero que reserva también elementos más complejos en especial para potenciar el lado cultural donde la historia se construye, esto es, Japón.
En cuanto a la temática, “Kubo and the Two Strings” aborda dos elementos que ya se habían anunciado sutilmente en “The Boxtrolls”, pero que en esta oportunidad se tratan a profundidad: la pa(ma)ternidad y la memoria. El tema es que no sólo los aborda explícitamente, sino los une de manera inevitable, dado que en la historia de Kubo no hay memoria (o al menos memoria propia), sin por supuesto, resolver las dudas de su origen (y con ello entender el conflicto en el que está metido). Por eso advierto desde ya que muchos de las cosas que comentaré a propósito del tema de la paternidad, pueden estar también incluidos en el tema de la memoria (narrativa) y viceversa. Esta es sólo una propuesta de las muchas que pueden surgir a propósito de la película misma como de la música de Marianelli.
Comenzaré precisamente con lo último: la memoria. De entrada parece evidente que ella se muestra a través de la música. Kubo (Art Parkinson) ha recibido el legado de su madre, tanto físico (el instrumento con el que toca) como espiritual, a través de un don que mezcla una seductora capacidad de relatar historias como una evidente y explícita magia al volver reales sus relatos con distintos origamis que cobran vida con sólo tocar las cuerdas de su instrumento. Hablamos de un Shamisen, y los temas dedicados a ello (siendo “Story Time” el primero) si bien vienen un poco a cuestionar la idea minimalista de la banda sonora, pero por otro lado aportan todo el sabor japonés a la cinta (que incluso se muestra en el hermoso cover de Regina Spektor de “While my Guitar Gently Weeps” de los créditos). Por eso, los otros instrumentos son secundarios frente a las cuerdas del Shamisen, pues ellas dan vida a las historias de Kubo así como Marianelli las utiliza para dar vida a su música. Esta magia que a la vez es relato, también es de la historia que se construye (cuando comienzan el viaje por las Tierras Lejanas con Mono y Escarabajo y los pájaros los acompañan “Origami Birds”), y también de las historias de otros, como veremos después. Una memoria vive, presente y futura, si pudiésemos decirlo.
El otro tema que toca la historia de “Kubo and the Two Strings” es la pa(ma)ternidad. Kubo es un chico que ha crecido solo con su madre (Charlize Theron), y eso, por supuesto, define tanto su historia como su personalidad inmediata. “Ancestors” es el tema que introduce por primera vez esta línea, donde sí vemos al Marianelli minimalista que les advertimos, con un sonido japonés menos evidente (o con mayor occidentalidad), pero indudablemente íntimo. Estas carencias en Kubo son, al comienzo, sólo cargas. Kubo se encuentra en un momento donde parece no ser posible encontrar respuestas: su madre se está cada día más retraída y deben vivir (por motivos que no entiende por completo todavía), totalmente aislados. Debe luchar con la enfermedad de su madre, y cumplir el rol que ningún niño debiera, hacerse cargo de la familia, por lo que el espacio por preguntarse quién es su padre es inexistente, pese a que su figura está muy presente. Kubo simbólicamente carga su túnica o traje como recuerdo, y eso parece ser más que lo que maneja como información: sólo sabemos de él que se llamaba Hanzo y era un poderoso y magnífico Samurai.
Este viaje de descubrimiento propio y de sus raíces es lo que me llama a comentar la banda sonora, en desmedro del (bien logrado en todo caso), conflicto con los antagonistas. Dos figuras fundamentales lo acompañan en ello: una mono (luego sabríamos, su madre) y un curioso escarabajo-samurai, quien luego sabríamos, es el padre (Matthew McConaughey). Estos primeros pasos en las Tierra Lejanas con ellos traen pistas de Marianelli de quiénes en definitiva son ellos, pero no deja de ser hermoso que, habiendo perdido todo e ignorando sus verdaderas identidades, Kubo en ellos ya pueda sentir un sabor familiar. La música así lo dice, pues a medida que su viaje avanza, el tema de la paternidad y maternidad está muy presente en este trío. Cuando ya el vínculo es expreso, vemos que la música de Kubo y su familia fue siempre una sola (ver “Hanzo’s Fortress”), y el amor y la piedad periten incluso perdonar sin temores a su abuelo y que este renazca en “Rebirth”.
Quizás lo más hermoso de ambos temas es ver cómo se mezclan a lo largo del trabajo de Marianelli. Ello precisamente es posible porque uno de ellos es más instrumenal (el de la memoria o la música) que el otro (el de la familia), por lo que no compiten o son incompatibles. Ya lo vemos en un comienzo con “The Leafy Galleon” (en un momento crucial para descubrir quien es el Mono) y de una forma todavía más evidente en “Monkey’s Story”, cuando Mono le cuenta a Kubo cómo conoció a su padre y por qué se ha iniciado esta batalla (sin saber Escarabajo que se referían a él). Una película redonda porque la historia que acabamos de ver no se pierde. Vive en Kubo, y será contada por él una y otra vez, y por todos quienes quieran compartirla. Como nosotros, a través de su música. Pues mientras esta y otras historias vivan en el colectivo y nuestras memorias, nada podrá quitárnoslas.
Un comentario en “Dario Marianelli – Kubo and the Two Strings (2016)”