Nicholas Britell – The Big Short (2015)

La banda sonora que volvió conocido a Nicholas Britell

Una de las películas más sorpresivas de 2015 fue “The Big Short”. Contando la historia de un grupo de inversionistas que advirtieron, por uno u otro motivo, la burbuja inmobiliaria que desencadenó en la crisis sub prime del año 2008 (una de las más graves de la historia), invita sin advertirlo en un comienzo, a un debate ético sobre el mercado y las personas que en él habitan. Con una forma bastante interesante de contar su historia, un elenco de primer nivel y una apuesta por caminar sobre la delgada línea que divide la comedia y la seriedad, “The Big Short” recibió unánimente la bendición de los críticos y un razonable éxito en taquilla (esto, pese a un afiche y una campaña de difusión que parecía invitar a ver otra comedia romántica).

El guión de Adam McKay (también director) y Charles Randolph se basa en el libro del mismo nombre de Michael Lewis, um best seller luego de la crisis lo que aseguraba de cierta forma, el enfoque económico de la película. Pero llevarlo a la pantalla grande y, además de ello, entretener al público, exigió una importante apuesta: optar por lo tragi-cómico. Es así como McKay y compañía nos entregan un espiral de emociones totalmente inesperado, pues la película de manera muy silenciosa empieza a mostrar su verdadero enfoque ya bien avanzada, luego de entretenernos con su relato apelando a famosos o sus intrigantes protagonistas, como el doctor Michael Burry (notable Christian Bale) o el perseguido Ben Rickert (Brad Pitt). Pero quien representa mejor este enfoque sin dudas es Mark Baum (Steve Carrell), un desconfiado inversionista que en la primera parte nos roba carcajadas con su imprudencia e incluso violencia, pero que luego se vuelve, a pesar de pertenecer a la máquina que genera la crisis, en el más fuerte de los críticos, dispuesto a perderlo todo para no convertirse en un cómplice pasivo de uno de los robos más grandes que recuerde la humanidad.

Precisamente este enfoque es el que sigue Nicholas Britell, el desconocido compositor al que McKay acudió para musicalizar su película. Britell hasta entonces aparecía como colaborador de importantes películas (como “12 Years a Slave” o “Whiplash”) y una que otra banda sonora para películas de menor circulación, pero nunca había tenido en sus manos, pese a una extensa trayectoria como músico en Estados Unidos, una banda sonora de esta envergadura. Por ello sorprende un resultado tan bien logrado y de tan buen gusto, que no pasó desapercibido para quienes escuchamos música de películas y que elegimos dentro de lo mejor de 2015. Nuevamente debo en esta materia diferir del gran Conrado Xalabarder, la voz más autorizada en bandas sonoras en nuestro idioma, quien encuentra este trabajo poco narrativo. Nada más ajeno a la realidad, pues Britell precisamente es el complemento al juego emotivo que ofrece McKay y que vuelve esta película tan única.

De entrada, Britell crea el ambiente para que creamos estar ante un nuevo “Wolf of Wall Street”.  McKay nos hace creer que estaremos nuevamente ante una historia de los “winners”, quienes  aprovechando un vacío y sin reproche alguno, aprovechan hasta la última gota que el mercado les deja extraer. Hablamos de la vida de Lewis Ranieri y todas las que se amejen, quien redefinió la forma de invertir en créditos hipotecarios y que de cierta forma, propició la crisis sub prime. En la pista que tiene su mismo nombre, Britell expone una faceta lúdica, como si se tratase de una cinta detectivesca de los 70’s, con toques funks llenos de ritmo. Es increíble tanto esmero en un tema para un personaje que aparece 10 segundos, pero precisamente porque no apunta al personaje sino a un estilo de vida, es que esta pista es tan importante. Quizás este no es un “tema musical”, pero sí es una emoción clave en la música de Britell. Una sensación de estar todo bien, de llover el dinero, de estar construyendo sobre piedra y no sobre arena. En síntesis, total seguridad, o al menos, una careta de total seguridad. La misma que transmiten todos los integrantes del mercado en aquella ridícula convención de Las Vegas  (“Vegas”), donde el fiscalizador se reúne con el regulado, donde se transan instrumentos financieros inexistentes o no respaldados, o donde se juega con el destino de todos. ¿A quién le importa las consecuencias?

Y es a partir de este verdadero principio o forma de actuar que “The Big Short” se construye. De cierta manera, la película empieza a generar un sentido de responsabilidad en el telespectador que convive e incluso hace desaparecer la luz enceguedora del dinero. Aquí está el primer tema musical de “The Big Short”, basado en lo que Britell mejor saber hacer: el piano. La música en este caso expone la total ausencia de moralidad que muchas veces se observa en el mercado, o como honestamente todo son nombres difíciles que lo único que busca es complejizar y distraer la atención de lo importante (“Does It Makes You Feel Bored”). El clímax de este tema  “Redemption at the Roulette Table”, donde Baum termina de unir todas las piezas del rompecabeza, y sabe que ante él tiene el mayor fraude de la historia pero también una oportunidad única de obtener dinero. Esta pista aparece en la escena en que todos los participes dejan Las Vegas (ver el final del video que les dejo a continuación), demostrando a través de sus 6 pianos, los distintos roles que cada uno de los intervinientes jugó en este proceso.  “Redemption….” Puede parecer caos por momentos, y es lo que precisamente se intenta. Mostrar la velocidad con que se mueve el mercado, el total desorden que hay en él, pero con la segunda línea musical, el piano triste que empieza a tomar el tema, que acá sólo habrán perdedores (o muy pocos ganadores). Es un orden en el desorden, siendo una pista totalmente bella y por cierto, muy narrativa. Como lo describe Britell, es un tema que busca demostrar lo complicado de la bolsa, pero que a la vez, dentro de todo el caos, se puede encontrar un orden. Que lo que se muestra estable, a la vez no lo es.

Es así como hemos pasado de la alegría (o jolgorio) a al menos la preocupación. Sólo falta la crisis en este carrusel de emociones, y esa la aporta “The Big Short Piano Suite”. Hablamos de una pieza de piano de 12 minutos que perfectamente pudo ser la mejor del año 2015, y que acompaña al cierre del fondo de inversión del Dr. Burry, o la visita de los jóvenes inversionistas al banco que hace unos meses les cerró las puertas y que en un par de horas colapsó dejando a cientas de personas sin empleo de un minuto a otro. Es un tema del colapso pero que a la vez se centra en quienes pierden. Un relato íntimo dentro de una historia que, pese a sus complejidades, tiene espacio para que su desenlace sea capaz de mostrarse por sí mismo sin grandes discursos o intervenciones. Sin la grandilocuencia de un comienzo, dejando de lado el cinismo y las luces de antes, y dando paso al lado humano:  los despedidos, los que se quedan sin hogar, los que gozarán de impunidad, y quienes deberán soportar en definitiva, el a sabiendas incorrecto actuar de otros. La escena específica se las dejo a continuación (aunque ella sólo recoge la primera parte del “Suite”, que sigue luego en la información previa al cierre de la película).

Si tengo que resumir “The Big Short” y su música es ser un trabajo de de estados de ánimo. Así como cambia el enfoque o la imagen que tenemos de los protagonistas a medida que avanza la película, así también cambian las emociones de los telespectadores, porque es imposible terminar “The Big Short” sin angustiarse por el mundo en que vivimos. Es así como nuestros protagonistas en un comienzo están excitados por su descubrimiento, siendo este el sabor de la primera parte de la película y la banda sonora (éxtasis o ansiedad), sin dimensionar el daño que esto producirá en personas de carne y hueso (y que fuertemente enrostra el personaje de Brad Pitt cuando los jóvenes corredores creen haber hecho la transacción del año). Con este final, no puede sorprendernos que Britell narre sólo con piano, ni puede sorprendernos que siga narrando con una melodía simple y humana. Britell y su música acertaron exactamente con el color de la película, y por eso es de lo mejor que dejó el 2015.

 

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