Chile el año pasado salió al mundo por “Una Mujer Fantástica”, película dirigida por Sebastián Lelio que abordaba la historia de violencia que una mujer transgénero, Marina (Daniela Vega), vivía tras la muerte de su pareja Orlando (Francisco Reyes). Ya en febrero la película era reconocida con el Oso de Plata por mejor guion en el Festival Internacional de Cine de Berlín, y casi un año después, los primeros días de marzo de 2018, terminaría siendo elegida como la mejor película en idioma extranjero en los Premios Óscar, la primera película chilena en hacerlo. Lamenta el tópico triste de nuestra sociedad que tuvimos que mostrar al mundo para llevarnos este reconocimiento, pero se agradece a la vez que Daniela y compañía hayan salido a mostrar el mal trato que viven las personas trans en Chile. Es una película que, como comenté en su momento, busca conmover sobre convencer, y vaya que lo hace.
Como ya señalamos, “Una Mujer Fantástica” perfectamente podría llamarse “una historia de violencia”. Marina vive en una situación perfecta, una verdadera burbuja que le había hecho olvidar probablemente los problemas que había superado con anterioridad. Orlando, un hombre decente y atento, le daba estabilidad, amor, aceptación y pasión, lo que se derrumba en cosa de minutos tras una noche de excesos. En cosa de minutos, Marina vuelve a tierra, sufriendo nuevamente discriminaciones, violencia psicológica y física, como en sus peores momentos. Esta última, tanto de particulares (representados en esa acomodada y desinformada familia de Orlando), como por autoridades gubernamentales (en un criticable procedimiento policial en el Hospital y la vejatoria posterior investigación de la PDI). Con mucho gusto y elegancia, Lelio aborda esta problemática centrando el foco en Marina y sus interacciones, su proceso de duelo que no puede vivir, y lo absurda que puede llegar a ser la sociedad chilena por no tolerar a quien es diferente.
En la música, Lelio se contactó con el compositor y productor británico Matthew Herbert, una de las nuevas voces que están incorporándose al mercado de las películas. Multifacético y con más de 20 años de carrera, es reconocido en el círculo independiente por su aporte en la esfera electrónica, que como veremos, queda plasmado en una parte fundamental de la película y el disco, esto a pesar de ser una banda sonora donde se mezclan ideas más bien clásicas con estos toques electrónicos, que hablan claramente de la doble vida a la cual la sociedad chilena condena a las personas trans. La doble vida de Marina, porque en el fondo, es una película de ella, para ella y por ella. Porque lo merece.
Un elemento clave en la película de Lelio es la elegancia. La misma elegancia con la cual Lelio muestra la ciudad (¡si hasta las plazas de estacionamiento o los restaurants chinos del centro parecen llenos de glamour! ¡hasta las fuentes de soda, el Hospital Metropolitano o 10 de Julio!), Herbert la dedica a Marina. Un órgano a la distancia marca el ritmo del tema principal, con un instrumentos de viento y violines que incorporan como si tratasen de levantar la figura de Marina como un hada (“Titles”). Es un tema que de acuerdo al mismo Herbert, lo que busca es dotarla de elegancia y dignidad. Y además, logra el efecto de generar de entrada, empatía con ella. Por eso, o debe sorprender que el tema siga apareciendo en todas las facetas de Marina, incluso en la más simbólicamente violenta en “Key” (y ciertas referencias en “Sauna”), cuando debe acudir al sauna, manteniendo toda su femininidad aunque se vea obligada a entrar a un sauna de hombres a descubrir qué hay en el casillero de Orlando. Con ello Herbert nos dice que independiente de cómo circunstancialmente se vea, ella es y será marina, aunque la sociedad por momentos (sea ante Carabineros, sea en el sauna o incluso en el funeral de Orlando) quiera tratarla de Daniel, ella es una hermosa y bella mujer fantástica.
Uno de los puntos altos de la música de Herbert ocurre cuando una desesperada y violentada Marina acude a una fiesta cerca de la Iglesia de los Sacramentinos. Con la intención de representar un mundo totalmente distinto, Herbert sorprende con “Warehouse” y “Queen”, canciones que son bailadas por la protagonista durante la fiesta. Primero, esto es muy difícil. Piensen por ejemplo en “Victoria”, donde se acudió (como en la mayoría de los casos) a música externa para dar vida a una fiesta bastante parecida. Que lo haga el mismo Herbert, y que además, sea con mucho estilo y buen gusto, es algo a reconocer. Pero además de hacernos sentir parte de la fiesta, la música en sí mismo es muy narrativa del proceso de Marina, en especial “Queen” y esa alegórica escena de ella bailando como el foco de atención tras ver a Orlando en el público. Una escena que no es fácil de interpretar, pero que nos permite ver a Marina en su esplendor y segura, pero fuera del ámbito de protección que le daba Orlando con anterioridad. Con un sabor bastante onírico (¿o es directamente una alucinación?), este verano dentro invierno que ha vivido las últimas horas, se ve interrumpido luego por su triste realidad. Una realidad donde los intolerantes le han despojado incluso de su derecho a despedirse y sufrir, pero que no le impidió volver a ser la Reina aunque sea un instante.
Se trata entonces de un resultado de altísimo nivel, y por sobre todo, muy internacional. Ello nos lleva a preguntarnos si la internacionalización de la carrera de Lellio exige también una internacionalización en sus compositores, o por el contrario, perfectamente pudo haber llevado consigo a reconocidos compositores nacionales como Miranda & Tobar, o Juan Cristóbal Meza. Yo soy de la idea que en Chile hay mucho talento, y oportunidades como ésta, donde la historia era tan propia, no debieron haberse desaprovechado. Muy distinto a “Disobedience”, la nueva película dirigida por Lelio y protagonizada por Rachel Weisz y Rachel McAdams, donde volverán a encontrarse director y compositor y que esperamos, en especial luego de este resultado, con muchísima ansiedad.