Tan increíble como el hecho que Pablo Larraín fuese el elegido para dirigir la película de Jackie Kennedy (invitado directamente por Darren Aronofsky tras deslumbrarse con “El Club”), fue la incorporación de Mica Levi, a.k.a. Micachu, como compositora de la banda sonora. Solo 2 años después de su exitosa entrada al mundo de los soundtracks con “Under the Skin”, nos preguntábamos cuándo Mica Levi volvería a musicalizar un proyecto en la pantalla grande. Pero esa no era la interrogante más importante que como fanáticos de las bandas sonoras teníamos. Lo que nos interesaba era con quién. El elegido fue Larraín, quien hoy en día puede ser un director de renombre sobre todo en el público más bien cinéfilo a nivel mundial, pero que a la vez sigue siendo una figura emergente por la que, seamos honestos, Mica Levi decidió apostar tanto como los productores.
En este sentido, la música siempre ha tenido un rol importante en las películas de Larraín. Su ópera prima sin ir más lejos, “Fuga” (2006), trataba precisamente sobre la historia de prodigioso compositor que a través de su “Rapsodia Macabra” contaba el violento hecho que marcó su infancia. La música por entonces se debió a Juan Cristóbal Meza, quizás el compositor chileno más consolidado en lo que a bandas sonoras se refiere junto a Miranda & Tobar. Pero a mi juicio la majestuosidad de la música en las películas de Pablo Larraín se muestra de manera perfecta en “El Club”, película que tras el éxito mundial de “No” (nominación a los Óscars de por medio), le significó precisamente el honor de dirigir “Jackie”. Se trata de la que es para muchos, la mejor película chilena del siglo, con un color y ambiente increíble, y en ello es fundamental la banda sonora de Carlos Cabezas y la incorporación de “Cantus in memoriam Benjamin Britten” de Arvo Pärt, que aunque muchas veces utilizada en el mundo del cine, calza de manera perfecta en aquél hermoso clímax que muestra qué estaban dispuestos a hacer los sacerdotes para mantener su mundo de impunidad y eliminar al Zandokan. Incorporación similar al musical de Broadway “Camelot”, que se realiza para construir, en especial con su letra, la atmósfera del período presidencial de John F. Kennedy.
Pero si bien la figura de Mica Levi a estas alturas parecía ser una carta segura, no menos dudas surgieron al contenido de la música que podía proponer. En ese sentido, de cierta forma y en abstracto, podríamos pensar que podía enfrentarse la música de Mica Levi v/s la forma de entender la música en el cine de Pablo Larraín. Mica Levi, conocida por todos, es una artista más bien experimental con muchos toques vanguardistas que a priori, podrían no calzar con lo que estéticamente y narrativamente podía ser una película de Pablo Larraín. Como sabemos, hablamos de un director capaz de usar lentes soviéticos de los años 60’s sólo con el objeto de construir atmósfera. Una atmósfera que incluso podía enfrentarse no sólo a la forma que Mica Levi hace la música especialmente en Micachu & The Shapes, sino también a su primera forma de abordar el mundo de las bandas sonoras con “Under the Skin”, que es absolutamente atrevida, muy protagonista, que funciona bajo la lógica de un thriller bastante psicológico, que mezcla mucha tensión sexual y ciencia ficción.
Una primera revisión del soundtrack de “Jackie” puede permitir establecer muchos vínculos con “Under the Skin”. Para partir el trabajo de cuerdas en “Intro”, que esta vez suena con mucha menos distorsión. Este constituye el tema principal, que aparece idéntico en otras partes del disco, como en “Lee Harvey Oswald”, el supuesto autor del disparo. Un tema que construye el tormento de Jackie Kennedy y en ello, director y compositor funcionan perfecto. “Jackie” es una película de Jackie Kennedy, no del asesinato de John F. Narra su historia el día del atentado y las semanas posteriores. Cuenta cómo su vida se llenó de odio, ira, dio entrada a la vanidad y cómo fue consciente de todo ello. Por eso la película se articula en primerísimos planos de Natalie Portman que nos meten constantemente en el personaje, y también por ello la banda sonora ya no narra sino que expresa emociones. Una sorpresiva apuesta porque el camino fácil, como dijimos, era el morbo del atentado (que sólo aparece ya finalizando la película), especular sobre su autoría o centrarse en la batalla política luego que el Vice Presidente Johnson asumiera. Por el contrario, la película de Larraín es absolutamente psicológica y la banda sonora de Mica Levi es la de un eterno funeral.
Prueba de ello es la tensión de las cuerdas en “Walk to the Capitol”, luego que Jackie Kennedy le recriminara al periodista la falta de camarógrafos y ”espectáculo” en el funeral de su marido. O la vanidad con que enfrenta el lugar donde Kennedy debía ser enterrado (“Graveyard”) o el deseado protagonismo del funeral (“Burial”). Aunque Larraín y el guión de Noah Oppenheim no juzgan, si la muestran como una persona de carne y hueso. Precisamente el elemento que cautivó a los norteamericanos cuando votaron por este presidente (como bien dice el periodista en la película, mostraron que en la Casa Blanca vivía gente de verdad). La película muestra a Jackie como una mujer que sintió lo que cualquier otro habría sentido tras el asesinato de su pareja y que aún en su estado de shock, dio espacio a la vanidad con ganas de cierta manera, inmortalizarse. Por eso, era necesario una banda sonora así de psicológica pero así de “corriente” para potenciar este personaje.
Como en toda película de Larraín, “Jackie” está cargada de buenas elecciones y buen gusto. Algunos han criticado al guión y es cierto, aborda poco espacio de tiempo y sólo una figura. Pero eso es precisamente lo que quiere. Lo mismo que la banda sonora. No quiere distraer, no quiere prevalecer sobre ninguna figura. Son casi 100 minutos de cinta v/s sólo 34 de banda sonora. Acertadamente, Mica Levi nos entrega su talento con pinzas, en escenas específicas. Y en esas escenas específicas, aporta el dolor exacto. Un trabajo mucho más sutil y menos protagonista que el de “Under the Skin” le vale a Mica Levi su primera nominación a los premios de la Academia. Un soundtrack minimalista que muestra la versatilidad de la artista, y confirma que el mundo de las bandas sonoras tiene a una nueva prodigio. La primera mujer nominada a los premios de la Academia en esta categoría desde Rachel Portman el año 2000 por “Chocolat”.
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